Road to Perdition

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jueves, 9 de junio de 2011

There Will Be Blood

El cine de Paul Thomas Anderson siempre se ha caracterizado por sus repartos corales, su rítmica a la hora de presentar ágilmente las situaciones dramáticas, los magistrales y elaborados movimientos de cámara, que dotan a su cine de una profunda inteligencia y de un cuidado estilo formal.

Si sus anteriores películas como Magnolia y Boogie Nights pertenecían a ese tipo de cine con numerosas tramas y personajes que encontraban sentido enlazándose entre unas y otras, tratando temas diversos como los sueños, el rechazo y la soledad. There Will Be Blood pertenece a un tipo de cine claustrofóbicamente encerrado en un solo personaje, con un solo tema de fondo la ambición y el deseo de poder por encima de todas las cosas. Una película con un personaje hipnótico como es Daniel Plainview (un espléndido Daniel Day Lewis) un hombre del petróleo torturado por sus viejos fantasmas con una fuerte codicia que luchara por el éxito a toda costa.

Anderson plantea en esta obra maestra una puesta en escena más clásica que en sus anteriores trabajos. La clave de la película no se encuentra en sus diálogos y movimiento, sino en sus cuidados sonidos e imágenes. Creando un inicio con un lirismo fascinante, mudo, dejando que la bella de sus imágenes narre la historia y nos presenten a nuestro protagonista. La potencia visual de la cinta reside en sus cuidados planos con una composición sobria pero que con pocos elementos son capaces de crear una poesía difícil de encontrar en el cine gracias al soberbio trabajo en la dirección de fotografía de Robert Elswit.

Una película que marca tiempos y silencios, que en ningún momento te hace perder el interés gracias a que todos estos elementos hacen de ella una obra maestra de nuestro tiempo.

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