Road to Perdition

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lunes, 16 de enero de 2012

Millenium, la maldad con rostro cinematográfico

David Fincher siempre se ha caracterizado por un imaginario visual inquietante y poderoso, así como por una capacidad rítmica a la hora de contar la historia difícilmente igualable. Su andadura por el mundo del thriller comenzó con su opera prima Alien 3, con la que devolvió a la criatura su estatus de ser terrorífico, pero alcanza la cumbre con su segunda obra, la cinta de culto Seven en la cual realiza un minucioso retrato sobre la frialdad y la locura.

En su nueva película Fincher adapta la novela de Stieg Larsson, aportando a la espeluznante historia su portentoso talento visual. La historia narra el asesinato de la joven Harriet Vanger que el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) y Lisbeth Salander (una portentosa Rooney Mara) deben resolver investigando a la controvertida e intrigante familia Vanger y topándose en el camino con toda clase de situaciones que escapan al dominio de la cordura.

La historia es en manos de Larsson una novela hecha con formula y oficio que a pesar de su éxito mundial es tan solo un best-seller sin mayor trascendencia. Sin embargo, en manos de Fincher la historia se convierte en una obra cinematográfica digna de elogio que consigue aunar todos los elementos para convertirse en una de sus grandes obras. Es importante destacar la interpretación de Mara como Salander, ya que en ella vemos la fragilidad del personaje, cosa que Naomi Rapace (la anterior Salander en las versiones suecas) no era capaz de transmitir, ya que esta no poseía atisbo de credibilidad.

Fincher y Steven Zaillan (autor del guion) saben encajar la historia con precisión. Enfocan la historia desde la perspectiva del thriller (solido y profesional) y toman los temas mas llamativos de la novela, como el odio a las mujeres y la visión de Suecia ante la Segunda Guerra mundial, como trasfondo en el que se desarrolla este escalofriante thriller que Fincher con precisión de cirujano nos muestra en la gran pantalla. Aunque siempre quedarán los nostálgicos que al contemplar esta gran obra oigamos una vocecita en nuestro interior que no pare de susurrarnos: “Seven, Seven…”.

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